domingo, 28 de noviembre de 2010

 Lolo
No tenía por qué hacerlo ni nada que agradecer a quien lo miraba porque no podía ver y sin embargo con aquellos ojos sin luz su mirada era alegre y vivaracha. Quizá el haber nacido con unas cataratas lo había predestinado a una muerte prematura y era su forma de agradecer el seguir disfrutando de cada día de su vida. Apenas te acercabas, Lolo, ese perro ciego de luz y lleno de amor,  movía el rabo con el entusiasmo de un joven adolescente en plena ebullición. Pero sólo ella lo llegó a comprender y a amar como se ama a un ser desvalido, hasta crear entre ambos la complicidad que da el cariño. Primero fueron esos fines de semana en los que lo sacaba del veterinario para retrasar lo que podía suponer a medio plazo su fatal destino. Luego vinieron aquellos lametones de agradecimiento, o el entusiasmo con el que llegó a reconocer hasta sus más leves pisadas cuando se acercaba a su encuentro. Aquella simbiosis por fuerza tenía que terminar en algo bonito, en un gesto de ternura de la mejor novela romántica. Ninguno de los dos parecía resignarse a no verse, y en aquellos silencios cuando lo tenía en su regazo se comunicaban con las palabras que no suenan porque se dicen con el corazón. Después comenzó esa lucha de veterinario en veterinario hasta encontrar quien se hiciese cargo de la operación de cataratas sin ánimo del desmesurado lucro con el que algunos de ellos tratan a las mascotas, como si se tratase de caprichos y no de seres vivos. Luego vino el postoperatorio y la administración de las gotas, que más que en un problema se convirtió en la excusa perfecta para hablarse con la recién estrenada visión. El dinero no llegó más que para recuperar la visión de uno de los ojos, pero para Lolo parece ser suficiente, porque todo es nuevo y extraordinario. Yo no sé si los perros tienen lo que nosotros llamamos corazón, o son capaces de comprender lo que le ha sucedido o  si él lo hubiera hecho, pero de lo que sí estoy seguro es que lo agradecerá toda su vida. Y que cuando se miren a los ojos sus almas se encontrarán en esa complicidad que da el afecto al prójimo, sea perro o persona. Alguien dijo una vez que cuanto más conocía a los hombres más quería a su perro, yo creo que como en todo es malo generalizar, pero lo que no me cabe ninguna duda es que una sociedad también se mide por el cariño y el respeto a los seres vivos.
Una caricia para Lolo y un fraternal abrazo para Jimena, esa bella muchacha de nombre de reina antigua y espíritu de hada madrina.

domingo, 21 de noviembre de 2010

COMPORTAMIENTO

¡Así es la vida! Estas palabras por repetidas parecen tomar carta de dogma filosofal, cuando no son si no la constatación de la frivolidad del pensamiento ante unos hechos que no queremos afrontar. 


Es algo así como el ala del avestruz donde esconder la cabeza. No creo que la vida sea un cumulo de despropósitos, de un egocentrismo que al final no deja más que un mundo peor, y en el que los errores del pasado no sirven para aprender. ¿Acaso la vida es o esta  hecha para la esclavitud de muchos pueblos, la hambruna, los contratos basura, de malos tratos, de la explotación del diferente o del ingenuo? Yo creo que no, pero tampoco voy a explayarme en una disquisición quijotesca sobre el cambio de las cosas, ni quiero dar la imagen de alguien ingenuo, me conformo con rebatir por falsas las anteriores palabras. La vida no es así, la hacemos así en una sucesión de dejaciones y de falta de compromiso con la misma. Para acabar al fin, en un miedo irracional a la levedad de nuestro paso por ella. Pensando que siempre nos quedara la recurrida frase que dice, ¡así es la vida! ¿o no? Otra cosa seria si se dijera Homo homini lupus, entonces si que podría estar de acuerdo, pero eso conlleva el dejarse de comportarnos como hipócritas, para pasar a reconocer nuestra depredación animal del cuerpo y el espíritu del semejante, en un acto irracional en muchas veces de autoafirmación del yo. La vida no es así, la hacemos así. Por todo ello yo me pregunto si lo estamos haciendo bien y si realmente cuando decimos que queremos dejar un mundo mejor para nuestros descendientes, si es un deseo o simple retórica. Porque si es realmente un deseo creo que lo estamos haciendo francamente mal. Y cuando hablamos de dar cultura tendríamos que preguntarnos si lo que queremos es hacer hombres y mujeres libres, sanos y humanos o explotadores egoístas. Y siendo así, y conociendo la especie humana creo que nos estamos inclinando más por lo segundo que por lo primero. Así que luego no nos lamentemos, de que los gendarmes de la tierra sean en demasiados casos imbéciles egocéntricos. Porque quienes hacemos que la vida sea así somos nosotros.
  Julián Ruiz Bujanda  

miércoles, 17 de noviembre de 2010

LA TELEVISIÓN

Decían los viejos seudo profetas, que la televisión iba a ser el instrumento que nos iba a cambiar la vida. Y resulta que tenían razón. Apenas han pasado cuatro generaciones y cada día, y gracias en parte a ella, somos todos un poco más imbéciles y descerebrados. Estamos llegando a un punto en el que ni usaremos el intelecto para imaginar o procurarnos nuestro propio divertimento. Pasear, leer y conversar, poco a poco van dejando de ser las primeras actividades, para pasar a ocupar un puesto entre las actividades que se hacen cuando no queda otro remedio. Por el contrario, nos dejamos avasallar por programas en los que la estupidez y la imbecilidad son las virtudes con las que se adornan. En los más de los casos, la televisión es un chiste malo de la vida, y los personajes que por ella pululan, gentes sin medida de la ética y ni siquiera de la estética. Parece ser, o por lo menos eso nos informan en sus encuestas, que apretando el botón del dichoso aparato nos dejamos envolver y embaucar por los colorines y decorados de cartón piedra de las miserias ajenas. Un participante de cualquier programa de los que llaman reality es un modelo a seguir por la juventud, aunque sus inteligencias no vayan más allá del dos por dos. Un tertuliano del corazón, incluso de los que llaman de política, se convierten, por la gracia de la misma televisión, en sabios Gurús, en filósofos o adalides de la ética, de unas vidas que nos venden como ejemplares o normales. Entre todos hemos perdido la medida de las cosas y se hacen chistes sobre los pocos programas inteligentes que se programan, y se menosprecia todo aquello que nos proponga a la reflexión. En definitiva, que nunca un instrumento en pocas manos hizo tanto mal a tantos. Como decía un personaje de novela, no nos matará una bomba atómica, sino el virus de la imbecilidad adquirida en muchos años de ver televisión.    

MOLINOS DEL PENSAMIENTO

Has de saber, amigo Sancho, que ya no quedan caballeros que desfagan los entuertos. Que los ideales son dinero. La justicia para quien la paga. El pragmatismo lo moderno, y la televisión, tu ínsula Barataria.
Ya no hace falta bajar a las cuevas ni subir a los cielos para ver cosas extraordinarias. Que el comportamiento humano, nunca como ahora ha sido tan falsario, que ya no se reza a los cielos, si no al Ibex, al Dou Jon, y aun siglas más extrañas.
Que no quedan Dulcineas, que a demasiadas jóvenes de ahora su máxima inquietud es posar en Interviú.
Y prefiero, amigo Sancho, enfrentarme mil veces a esos que tú llamas molinos de viento, que a las tristes melancolías que azotan en demasía las almas en estos tiempos.
Que la soledad, la depresión y la insatisfacción, causan más daño en el cuerpo que mil aspas.
Ancha es Castilla y a mí siempre un libro me acompaña, aunque luego, no tenga nada. Que otros tienen el Don, y el dinero, y la fama, pero no pueden caminar ni tener conversación. Pues sus límites son estrechos y su cultura vaga.
Así que no te quejes, ni me exijas más tu paga, que libre siempre lo has sido, para irte o para quedarte.
Tú eliges...
A fe mía que mi amo es un Tólogo(teólogo), que si le diesen un pulpito viviría de la palabra. Aunque..., ahora nadie escucha, ni alimenta el corazón, así que tampoco es extraño, que se pierda la razón.

sábado, 13 de noviembre de 2010

OTOÑO


Amarillean los chopos ya casi desnudos y los pasos van arrastrando las hojas que cantan en su crujir la canción del otoño. El canto de los pocos pájaros que todavía nos acompañan nos sacan del apuro de tener que hacer inventario de lo no cumplido para devolvernos a la realidad. Y es en ese momento cuando vemos girar en repentino torbellino de gélido viento un grupo de hojas. Pero no sé por qué en el trascurrir de esta estación, quizás lo efímeros que comienzan a ser los rayos de sol, nos recuerdan lo fugaz de nuestra existencia. Y en paradoja, es en esta época cuando los sentidos se llenan de colores de lo vivido. Seguimos el paseo y el aire nos trae el olor de la pira de plantas que humean en una cercana huerta mientras el hortelano encorvado y con ahincada lentitud trabaja una tierra oscura y fértil. Y será la mañana cuando la escarcha la albeará. Sigo el paseo y compruebo como las paredes de las tapias que cierran las huertas antes resecas vuelven a musgosear. ¡Que bien se aprecia el otoño en el verde del agua o el trasluz de la escarcha! ¡Que bien que exista el otoño para hacernos reflexionar!  Porque: Algún día se pondrá de moda la belleza.

A JUAN RUIZ PEÑA

jueves, 11 de noviembre de 2010

SI HOY ESCRIBIESE CERVANTES


                               
Hallome sentado a la mesa invitado por mi escudero Sancho, que a fuerza de ser cansado, ha conseguido un escaño, en no sé que parlamento. Que por parlar no ha de quedar, que por hablador es tenido, y en su compañía nunca me he aburrido, y no hace falta dar tres perras al pregonero, para saber de su boca cuanto acontece en el reino. Pero volviendo al relato que es quizás, lo que a vuesas mercedes les incumba, la questa lección por mí aprendida, y que por tal sea, si es de utilidad, por así tenida. Y aunque es más fácil mandarlo todo al garabito, no a de servirme a mí, que a cuya nunca la lanza emboto la pluma.
En aquesta extraña coyunda me encontraba a la mesa departiendo viandas y tertulia con unos políticos, o gentes que de así se tienen, y dabame cuenta que no hacia sino el primo, aunque los había otros, que más que primos, parecianme cónyuges de  ceaja.
Compartir mesa y mantel con semejantes personajes, era dar de comer a los cerdos, que de todo comen sin poner reparos, aunque de lo que comen no hablen. Mi conversación era yerma como semilla en barbecho mal labrado, y todas mis teorías, ni entendidas, ni tildadas. En aquel momento me di a pensar, que hay que abonar el campo del discernimiento para poder sembrar. Que creen algunos que el cargo les da  razón, y no porque piensen con el corazón, si no que piensan por el bolsillo, y a  más grande es lo que afanan, por más importante se es tenido.
Callome y deje pasar el tiempo, y tampoco probé bocado, no sea que yantar con disgusto, me agriase el gusto, y el estomago. Mude mi semblante a serio, y aunque alguno insistía en que le diera razones de aquesto o aquello, yo me expresaba en monosílabos. Que gastan menos saliva y no estropean los nervios. Que hablar a tontas y a locas, no es plato de mi gusto, que una cosa es ser quijote y otra distinta lerdo. Ellos por ello siguieron a lo suyo, aunque de sus bocas salieron palabras de poco tino y cocimiento.
Acabada la cena dieron en cantar sonetos, que por mal cantados, más grande era el grito, que tapándose el entendimiento, más acorde y encorde pareciales el ruido.
Después de aquella lección, que de todo hay que aprender, diome por no volver, a cenar con ningún ministro, que digo ministro, ni con ningún adelantado o gobernador de Insula alguna. Aunque, reconozco la ímproba tarea que me e marcado, que enesta tierra de taifas cualquier a ser llamado, excelencia, parece ser al elegirlo, aunque representar no represente, más allá de a cuatro Adanes.
Removime en el dornajo, y entre ponte bien y estate quieto, aproveche para irme de aqueste lugar en el que lo mejor que pasome, fue no perder el sentido. Que no quiero mal entender que llame establo al lugar, por eso del dornajo, que cuando fuime, salude a los sirvientes por diligentes y buen oficio, que todo fue por el cabo y prontamente traído. Que nunca fuera caballero de gentes tan bien servido, como lo fuera yo aquel día en tan peregrina compañía.

martes, 9 de noviembre de 2010

MI BLOGSPOT


A los que tenemos cierta edad quizás nos cueste más entrar en esto de las nuevas tecnologías, y no lo niego. No porque no tengamos capacidad para ello, sino porque hemos adquirido ciertas manías y costumbres que en ocasiones nos privan de probar otras facetas de la vida. Además, soy de los que pienso que si hay que escribir  no se trata de juntar palabras, sino de tener algo que comunicar a los demás, de hacer cómplices o contrarios con tus ideas u opiniones para crear un cierto vinculo que nos enriquezca a todos. He llegado hasta aquí animado por mi amiga Carmen Puerta, buena amiga y maravillosa poeta, y he de confesar que ha sido ella quien me ha abierto esta puerta para la expresión. Un rincón donde colgar todos aquellos artículos y escritos que difícilmente tienen su lugar en otras publicaciones y que me niego a que pasen a engrosar el montón de folios que se acumulan en los cajones para no ser leídos por nadie. Ahora sólo queda esperar a que a alguien le interese lo que escribo, y si no es así, no sera por no haberlo intentado. Porque no hay peor cosa en la vida que guardarse para si las reflexiones que se puedan compartir, porque al final acabas siendo un introvertido o un amargado. Dicen que somos la gente de cierta edad los que escribimos en las columnas de opinión o en cartas al director, y puede ser verdad, pero lo que hay que pensar, en vez de criticar, es si no será que es porque la vida nos ha enseñado ya bastante de lo que da de si, y lo que queremos es compartir para no cometer siempre los mismos errores, aunque esto no lo tengo muy claro que sirva para mucho, dado el rumbo que ha tomado este siglo XXI.

TAUTOLOGIA

Mientras hablaba sofismático como senador romano, sus palabras se alzaban en saludo, más que de fe, de servidumbre. Aquél que lo miraba no sabía a que atenerse, si pensar que todo era sueño o estaba viviendo el presente. El de más allá, hacía su composición catalogando al del sermón como: Catolicus canonicus hispanicus, de la familia de los manducatis. Nada parecía haber cambiado, porque al mirar a los enfervorizados oyentes, dio en ver que a aquellos a quienes iba destinado el discurso, seguían en acabar aquel concurso, para seguir con su gusto. La misica y la putica. Lástima, pensó aquél tocado de rojo y de carácter montaraz que a la sombra de la columna se esconde, que de no haber cacareado tanto, quizás hoy no tendríamos que pagar la desidia a la que nos someten.

Al otro lado de la puerta, en la soledad de la dependencia, aquel pillastre de inmaculado atavío se las tenía en puro frenesí. ¡Qué bien enseñado ha salido el crío! ¡Qué bien que maneja el cirio! Que ya es sabido por todos, y hasta los científicos lo dicen, no retengas en el cuerpo aquello que no te sirve. Porque se ha de saber que: Sem.. retentus venenus est.
Pero volvamos al sahumado discurso y a lo que en la celebración acontecía, que de puertas a dentro, allá cada cual se entienda.
Se giró, y vio en los ojos de aquél que le estaba escrutando la intención de leer sus pensamientos, y pensó en encararse con él, pero entonces recordó las palabras de aquél filosofo judío: Cuando la estupidez abofetea la inteligencia, la inteligencia tiene derecho a portarse estúpidamente. El fisgón, que había tomado conciencia de lo que pasaba se contuvo, pues recordó, que más vale no abrir la boca y parecer tonto, que abrirla y demostrarlo.
Al otro lado, como cubiertas de una sombra elegíaca, hedía gazmoñería las candidatas a la beatitud. Enfitéutico sostén de vientos incensarios y ristras de novela vieja y maniquea.
La soflama se encendía, y las plutárquicas palabras del orador, ditirámbicas y alambicadas se esparcían cual semilla en tierra abonada.
También los había renuentes, monomaníacos, a los cuales sólo un tema les interesaba, por eso, toda la soflama de las palabras no lograba sacarlos del sopor, que en esta ocasión, no hacía sino alargar sus negras sombras que se esparcía en indeferencia. Y los nivelados, esos hombres nemésicos, oscuros y mentirosos, serviles, y las más de las veces, advenedizos en toda tierra, bostezando su ignorancia de las cosas unos, y otros, intentando disimularla con pose estoicista, y todos en conjunto, comparsas de quien disponga.
Trascurrió el tiempo de perorata, y todos, (y yo con ellos como argandillo sardónico de lo escrito), temulentos de vieja retórica abandonamos aquella jaula de los sin sentidos, almacén de la ficción y las contradicciones, y nos encaminaron para pisar aquel epitafio que también casa con algunos de los que por encima pasaban: Aquí yace en poca tierra el que toda la tenía, el que la paz y la guerra en su mano la tenía. ¡Oh tú, que vas buscando cosas dinas que loar, si tú loas lo dino, aquí pare tu camino, y no cures de más andar! Que la historia es el pan bien amasado del que la escribe, porque siempre se sabe ganador. Y la libertad no es ociosidad, si no la máxima expresión del libre albedrío de decidir lo que se quiere hacer.
Qui potest capere capiat
IDEALES EFÍMEROS
"Que solos se quedan los muertos". Esta frase que dicha en el contexto de un poema es algo sublime, sin embargo, no deja de ser algo metafórico en la realidad de la vida. Realmente quien siente la soledad de la muerte son aquellos quienes se quedan con el recuerdo de los vivos y sin su compañía. El ser humano esta hecho para compartir, el hecho de la muerte de un ser con el que se ha compartido las risas y las penas, se lleva con él algo de nuestra memoria y de nuestra propia vida. Siempre se ha dicho que el ser humano comienza a morir en el momento de nacer, pero es el propio vivir el que crea el desasosiego de la muerte, y que no es otro que la ausencia de futuro. Desde que el hombre comenzó a comprender el hecho de la muerte en contraposición de la vida, empezó su miedo terrible a perderla. Y desde entonces hasta ahora todas las religiones que han sido, ponen un especial interés en consolar a sus fieles, con reencarnaciones, otras vidas, etc. Pero lo cierto de todo esto no es otra cosa que el consuelo de la memoria de los vivos, porque toda palabra dicha antes o después del óbito, no es sino, un ejercicio de resignación personal. Pero a mí, lo más difícil de entender en el ser humano, es la contradicción de la espera de un mundo mejor después de la muerte, y ser incapaces de hacer lo posible por crear aquí el paraíso o pelear a diario por tener aquí y ahora un mundo  más justo y mejor. Y en esto como en muchas cosas de nuestra cultura, la culpa la tienen quienes abandonando principios filosóficos y éticos de la igualdad entre los seres humanos, abrazan el poder en cada momento establecido sólo por una ansiedad tan egoísta como efímera. Pero todo ello, y en fechas tan señaladas como el día de difuntos sólo cabe decir; "que solos se quedan los idealistas" 


lunes, 8 de noviembre de 2010

                     
           TEJADOS

Asomado a mi ventana, y mientras fumo obligado por la cortesía de no llenar la casa de humo, contemplo una de las estampas más bellas y anárquica de la ciudad, sus tejados. En todos ellos se concentra el libro de la vida, que ellos, como tapas de barro cocido guardan en su interior paginas de conversaciones y vivencias escritas a lo largo del tiempo, por quienes se cobijaron en su abrigado y en ocasiones abigarrado útero. En los tejados se encuentra reflejada la cromática altanería de la vida. Los hay de media pendiente, de pendiente aguda y altanera, de orgullosa claraboya, obviando que su función es la de dar luz a oscuras escaleras y lúgubres habitaciones. Suaves y de altivas solanas o áticos. Y sobre casi todos ellos, asoman orgullosas chimeneas en desuso de cocinas económicas hoy inexistentes, volcanes apagados por la modernidad. Sólo acompañadas por antenas de hierros retorcidos que como viejos huesos descarnados de su función, se inclinan en su vejez y dejadez de sus dueños que casi nunca se ocupan de retirarlas cuando su misión ha llegado a su fin. En esos momentos tengo la sensación de ser yo mismo un volcán a extinguir, el último de esa generación de hombres y mujeres fumadores empedernidos que dejan escapar en el aire las volutas de humo de sus cada día más clandestinos cigarrillos, lejos de los reproches de los bienintencionados que nos obligan a curarnos de nuestro pernicioso vicio por obligación. Y es en esos momentos cuando me niego a bajar la mirada hacia la calle y ver unas gentes  que caminan en un viaje a ninguna parte y sin reparar en nada. Hombres y mujeres atados a la esclavitud del nuevo tiempo y que cada día comprendo menos, en un mundo más hostil y menos mío. Prefiero acomodar mis pensamientos en los tejados o las casas, que pared con pared descansan unas con otras en un esfuerzo solidario, de tejados anárquicos, antenas reclinadas y volcanes apagados.

                              Julián Ruiz Bujanda