domingo, 6 de octubre de 2013

        FORALIDAD VIGILADA.

Navarra no se vende, decían, y añado, ni se defiende. Nuestra tierra siempre ha estado bajo sospecha y mando del gobierno central. En tiempos con la figura del virrey, un cargo impuesto para que no nos desmadrásemos y pretendiéramos volver a nuestra raíz como reino. Más tarde, pasamos a depender de los gobernadores civiles como ojo de gran hermano y ahora con la figura de nuevo cuño, para darle un tinte democrático, de delegado del gobierno. Una misma figura para un mismo fin, vigilancia. En el café para todos de las autonomías, esta figura sirve para colocar a los amigos y afines al partido en el gobierno, en un puesto sin sentido y con buen sueldo a cargo del erario público. Pero no aquí,  aquí sí que le encuentran sentido, porque viene a ser lo que siempre fue, un denunciante de los excesos que podamos pretender. Y es en estos últimos años cuando tal figura toma carta, no ya y sólo, de vigilante, sino de amenazador, acusador ante la biblia constitucionalista de nuestros posibles desmanes. Nada que ver con la ayuda a que consigamos competencias perdidas, como el control de carreteras por la policía foral u otras competencias perdidas y tímidamente reclamadas por los últimos gobiernos. Porque es aquí donde los dos grandes partidos se han repartido la tarta del navarrismo ramplón que mira más lo que digan sus jefes en Madrid que lo que realmente queremos los navarros. Hemos llegado a un punto en el que ni siquiera nos queda aquél famoso pase foral de,  se obedece pero no se cumple. Y no nos queda ni eso, porque son estos mismos partidos quienes nos amenazan con el, nos lo van a recurrir al constitucional. Y sin ni siquiera esperar que lo hagan, hacen suyas todas y cada una de la directrices que otros les marcan. Porque el dinero público es para defenderse ellos de sus propios desmanes no para defender los derechos de todos navarros. No sé lo que pensarían ahora Amadeo Marcos o Aizpun, pero seguro que muy contentos no estarían con la deriva de estos nuevos adalides de las esencias navarras, que no cejan es su empeño en convertirnos en la nada dentro de la miseria y que llaman a Navarra, Viejo Reyno, en vez de cortijo particular.