La Guerra del Abuelo
La historia es esa materia que
nos enseña a conocer a grandes rasgos los devenires de un pueblo, pero como
siempre se ha dicho, la escriben los vencedores. Con esto lo único que quiero
exponer que de la historia se quedan fuera las pequeñas historias de las vidas
del común de los mortales. Por todo ello, me propongo contar una de esas
historias que no pasaran a los anales de la misma.
Sucedió en un pueblo de Navarra(año
199?) donde nunca hubo frente de guerra (1936):
-Después de haber visto las
imágenes del atentado en la televisión no tuvo más remedio que repudiar aquella
barbarie, y no sólo por sus consecuencias, sino por el sin sentido de la misma
y que nada aportaba al fin que se pretendía con ello.
Se había convocado una concentración
a las puertas del ayuntamiento para mostrar la repulsa y lo absurdo de aquel
acto violento.
Se encamino hacia allí para unir su pensamiento
a otros que como él hubiese analizado el hecho y quisieran visualizar su
disgusto.
Apenas se cruzó con nadie por las
calles, lo que le llevo a pensar que llegaba tarde. Miró al reloj y todavía faltaban
cinco minutos para las doce del mediodía que era la hora de la cita.

Con los pensamientos perdidos se encendió
un cigarrillo y dejó pasar el tiempo. Apenas unos segundos después ya se
encontraba rodeado de gran número de vecinos que en silencio se habían acercado
con un supuesto pensamiento como el suyo. Pero fue volver la vista a un lado y
toparse con aquél hombre mayor que no hacía sino murmurar palabras
ininteligibles a sus oídos y que aunque se las figuraba no las podía entender.
Allí estaba, era el mismo hombre
que años atrás se pavonaba por el pueblo con su camisa azul y su pistolón al
cinto para que todos supiesen quien mandaba allí. Había sido un pistolero más de aquellos que en
nombre de su santa cruzada había matado a algunos vecinos. No quedaban muchos
de sus conmilitones en vida en el pueblo. Unos habían muerto y otros lo
abandonaron, quizás, presos de sus remordimientos. No a así él, que nunca había
mostrado arrepentimiento alguno, ni gesto cierto de acercamiento a los pocos
familiares de sus víctimas que quedaban en el pueblo, ni se le conocía seña de
haber evolucionado en sus ideas. Más bien al contrario, seguía siendo un viejo huraño,
altivo y despreciativo con el prójimo.
Mientras palidecía de vergüenza
por compartir compañía con aquél energúmeno, le dio por pensar si las palabras
que no entendía de aquél hombre, no estaría lamentándose de no haber arrancado
más hierba. No podía ser que ellos que habían hecho un alzamiento y una guerra
para salvar los valores de la patria se vieran ahora acogotados y nerviosos.
Porque para él, lo suyo, no fueron asesinados a sangre fría, ni dejaron a
mujeres e hijos sin sustento ni bienes. Fue por una causa mayor. Su España se
estaba convirtiendo en un sin gobierno, con tantos rojos, comunistas,
anarquistas, republicanos y cooperativistas que se hacía difícil la vida.
Además, ¿cuándo se había visto que las gentes del pueblo pidieran tierras,
mejoras salariales y mejores condiciones de vida? ¡Hasta ahí podíamos llegar!
No, aquello fue una cuestión de honor, patriótica y de salvaguarda de las
seculares tradiciones. En definitiva, que eran gentes que despreciaban hasta la
religión. Que por algo el Papa la designo cono cruzada nacional católica.
No, definitivamente él tenía que
estar allí, tenía que demostrar que lo que paso fue justo y lo de los demás,
asesinato. En aquél momento volvieron a su memoria algunas de las acciones cada
vez menos recurrentes que le solían asaltar. Imágenes de niñas y mujeres
abandonadas a su suerte en la más absoluta de las miserias. Pero su conciencia
ya estaba aclarada y muy bien con las
palabras de aquél político; eso fueron daños colaterales de una guerra y no
había que culpar a nadie. Se hizo lo que se tenía que hacer.
No dejo de mirar a aquél hombre
mayor que cada vez movía los labios más aprisa, hasta no saber si lo hacía por
algún mal, por nerviosismo o por el masculleo de sus pensamientos.
Definitivamente el no pintaba nada allí al lado de personas como esa. No,
realmente no quería ser el tonto útil que aplaude los gestos de unos mientras se
cierra los ojos ante otros.
Los aplausos interrumpieron sus
pensamientos al tiempo que las gentes en pequeños corros se diseminaban por las
calles adyacentes. De nuevo, busco con la mirada al viejo cruzado y lo vio
alejarse solo y altivo por la calle mayor. Seguro, sintiéndose otra vez parte
de la salvación del país de estos demócratas a los que ni entiende ni soporta,
aunque todo sea por la unidad de una patria que cada día reconoce menos.
Mientras lo mira alejarse nuevos
pensamientos vinieron a alterarle. ¿No estaría equivocado y se habría arrepentido
de verdad de lo que hizo? ¿Tenía que tener con él una duda razonable y un
margen de comprensión? No, no podía ser, sino, aunque fuese de alguna forma
hubiese mostrado algún signo de ello.
Tenía la costumbre de mirar las esquelas que colgaban en las paredes anunciando la defunción de los recientes difuntos. Más que todo por si era alguien conocido y por no meter la pata como ya había sucedido en alguna ocasión preguntando por tal y cual y le dijesen que hacía meses que había fallecido.
Allí esta su nombre. Dº Fulano de
tal y tal, cofrade la Virgen de tal y del cristo de cual…Muerto confortado con
la santa Bendición Apostólica, etc. Acabo de leer la comunicación y se alejó
pensando que la vida le había deparado una longevidad y una muerte, que él,
como un cruzado de su santa fe nunca dio a muchos de sus vecinos y con una
sensación de alivio como si con su muerte podría borrar algo de su pasado.
***
Esta historia es una ficción,
cualquier parecido con la realidad es pura casualidad, ¿o no?