martes, 9 de noviembre de 2010

IDEALES EFÍMEROS
"Que solos se quedan los muertos". Esta frase que dicha en el contexto de un poema es algo sublime, sin embargo, no deja de ser algo metafórico en la realidad de la vida. Realmente quien siente la soledad de la muerte son aquellos quienes se quedan con el recuerdo de los vivos y sin su compañía. El ser humano esta hecho para compartir, el hecho de la muerte de un ser con el que se ha compartido las risas y las penas, se lleva con él algo de nuestra memoria y de nuestra propia vida. Siempre se ha dicho que el ser humano comienza a morir en el momento de nacer, pero es el propio vivir el que crea el desasosiego de la muerte, y que no es otro que la ausencia de futuro. Desde que el hombre comenzó a comprender el hecho de la muerte en contraposición de la vida, empezó su miedo terrible a perderla. Y desde entonces hasta ahora todas las religiones que han sido, ponen un especial interés en consolar a sus fieles, con reencarnaciones, otras vidas, etc. Pero lo cierto de todo esto no es otra cosa que el consuelo de la memoria de los vivos, porque toda palabra dicha antes o después del óbito, no es sino, un ejercicio de resignación personal. Pero a mí, lo más difícil de entender en el ser humano, es la contradicción de la espera de un mundo mejor después de la muerte, y ser incapaces de hacer lo posible por crear aquí el paraíso o pelear a diario por tener aquí y ahora un mundo  más justo y mejor. Y en esto como en muchas cosas de nuestra cultura, la culpa la tienen quienes abandonando principios filosóficos y éticos de la igualdad entre los seres humanos, abrazan el poder en cada momento establecido sólo por una ansiedad tan egoísta como efímera. Pero todo ello, y en fechas tan señaladas como el día de difuntos sólo cabe decir; "que solos se quedan los idealistas" 


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