jueves, 11 de noviembre de 2010

SI HOY ESCRIBIESE CERVANTES


                               
Hallome sentado a la mesa invitado por mi escudero Sancho, que a fuerza de ser cansado, ha conseguido un escaño, en no sé que parlamento. Que por parlar no ha de quedar, que por hablador es tenido, y en su compañía nunca me he aburrido, y no hace falta dar tres perras al pregonero, para saber de su boca cuanto acontece en el reino. Pero volviendo al relato que es quizás, lo que a vuesas mercedes les incumba, la questa lección por mí aprendida, y que por tal sea, si es de utilidad, por así tenida. Y aunque es más fácil mandarlo todo al garabito, no a de servirme a mí, que a cuya nunca la lanza emboto la pluma.
En aquesta extraña coyunda me encontraba a la mesa departiendo viandas y tertulia con unos políticos, o gentes que de así se tienen, y dabame cuenta que no hacia sino el primo, aunque los había otros, que más que primos, parecianme cónyuges de  ceaja.
Compartir mesa y mantel con semejantes personajes, era dar de comer a los cerdos, que de todo comen sin poner reparos, aunque de lo que comen no hablen. Mi conversación era yerma como semilla en barbecho mal labrado, y todas mis teorías, ni entendidas, ni tildadas. En aquel momento me di a pensar, que hay que abonar el campo del discernimiento para poder sembrar. Que creen algunos que el cargo les da  razón, y no porque piensen con el corazón, si no que piensan por el bolsillo, y a  más grande es lo que afanan, por más importante se es tenido.
Callome y deje pasar el tiempo, y tampoco probé bocado, no sea que yantar con disgusto, me agriase el gusto, y el estomago. Mude mi semblante a serio, y aunque alguno insistía en que le diera razones de aquesto o aquello, yo me expresaba en monosílabos. Que gastan menos saliva y no estropean los nervios. Que hablar a tontas y a locas, no es plato de mi gusto, que una cosa es ser quijote y otra distinta lerdo. Ellos por ello siguieron a lo suyo, aunque de sus bocas salieron palabras de poco tino y cocimiento.
Acabada la cena dieron en cantar sonetos, que por mal cantados, más grande era el grito, que tapándose el entendimiento, más acorde y encorde pareciales el ruido.
Después de aquella lección, que de todo hay que aprender, diome por no volver, a cenar con ningún ministro, que digo ministro, ni con ningún adelantado o gobernador de Insula alguna. Aunque, reconozco la ímproba tarea que me e marcado, que enesta tierra de taifas cualquier a ser llamado, excelencia, parece ser al elegirlo, aunque representar no represente, más allá de a cuatro Adanes.
Removime en el dornajo, y entre ponte bien y estate quieto, aproveche para irme de aqueste lugar en el que lo mejor que pasome, fue no perder el sentido. Que no quiero mal entender que llame establo al lugar, por eso del dornajo, que cuando fuime, salude a los sirvientes por diligentes y buen oficio, que todo fue por el cabo y prontamente traído. Que nunca fuera caballero de gentes tan bien servido, como lo fuera yo aquel día en tan peregrina compañía.

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